(El País de Madrid, 8 de marzo de 2009).- Sobrevivieron a la llegada de Colón, a las enfermedades de Europa, a los dictadores y a la fiebre del caucho. Pero las prospecciones petrolíferas, las empresas modernas y los cultivos de soja no sólo les espantaron la caza sino también a ellos.
Aún quedan en América Latina unos 500 pueblos indígenas con 43 millones de miembros que son el 7,6% de la población del continente. La ONG Survival calcula que existen 40 de estos grupos en Brasil, unos 15 en Perú y uno en Paraguay.
Para ayudar a los indígenas en una batalla donde tienen todas las de perder, investigadores como Almudena Hernando, arqueóloga de la Universidad Complutense de Madrid, convivieron en la Amazonia brasileña con pueblos como los awá.
"Cuando los funcionarios de la Fundacao Nacional do Índio (Funai) detectan a un awá perdido en la selva lo trasladan a una zona legalmente demarcada para los indígenas donde nadie puede entrar. Pero los madereros igual entran. Hacen talas selectas, que no se pueden detectar mediante fotos aéreas, porque cortan los árboles más viejos y dejan los jóvenes. Y detrás de ellos viene un ejército de campesinos sin tierra, que no tiene tampoco nada para subsistir. La forma que tenemos en Occidente de ayudar es pedir certificados de origen de la madera que se compra".
"El verano pasado -continúa Hernando- los madereros se acercaron a sólo tres kilómetros de la zona protegida. Y cuando llegue la temporada seca, el próximo agosto, seguro que lo harán más. Cuando cazábamos junto a los awá, ellos, que tienen un oído finísimo, se paraban al oír las sierras mecánicas. Les espantan la caza, que es su única forma de vida. En 2006, la Funai llevó allí al Ejército y expulsó a los madereros. Pero, al año siguiente, volvieron". "La teoría en Brasil es muy buena. La ley protege a los grupos aislados, pero las invasiones son constantes, y no se hace nada para frenarlas", indica Fiona Watson, directora de la ONG Survival.
"Por una parte el Gobierno crea un organismo para protegerlos, y por otra pone en marcha el Plan de Crecimiento Acelerado, que proyecta entrar en la Amazonia", agrega.
Watson arremetió contra el presidente Luiz Inacio Lula da Silva y juzgó su reunión en abril con su homólogo estadounidense, Barack Obama, "con el objetivo de vender más biocombustibles". La funcionaria teme que si se lleva cabo un plan para explotar en gran escala la minería de los territorios indígenas, estos pueblos sigan desapareciendo, y ya no en cuentagotas como desde hace siglos, sino que rápidamente.
Solamente atractivos para el turismo
La activista Teresa Aguilar Larrucea lleva varios años trabajando junto al fotógrafo Carlos Díez Polanco en distintos proyectos con decenas de pueblos indígenas en Latinoamérica, y sostiene que todos los individuos con los que trata siempre salieron perdiendo en su relación con el hombre blanco.
"Apenas se les otorga el rango de personas. Pueden quedar muy bonitos como cartel turístico, pero nadie quiere tenerles cerca. Y encima la sociedad blanca les quita sus tierras alegando que no las cultivan. ¿Pero cuál es el concepto de improductividad? El indígena tiene ahí su tienda y su farmacia, saca beneficio de ellas. Llevan miles de años conviviendo en armonía con la naturaleza. Deberíamos aprender de ellos".
A pesar del notorio pesimismo, Aguilar Larrucea aún ve signos esperanzadores. "Venezuela es un ejemplo, un país pionero en la lucha por los derechos de los nativos al crear el Ministerio de los Pueblos Indígenas, y ponerlo en manos de Nicia Maldonado, una india yecuyana".
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