Entre mariposas amarillas que vuelan liberadas, Amaranta Gómez Regalado metamorfoseó su nombre propio después de leer Cien años de soledad, al mismo tiempo que asumió la identidad transgénero. Ahora es candidata a una diputación plurinominal por el PRD
Por Tomado de internet / Milenio
Dia de publicación: 2009-04-12
“Esa vulnerabilidad me hace ser una mujer sexopolíticamente pertinente, es decir que más allá de la orientación sexual, más allá de una discapacidad, más allá de un origen étnico, lo que me interesa mucho es proponer modelos que puedan cambiar la forma de pensar de mucha gente.”
Nada reprobable, sino todo lo contrario para la cultura juchiteca, de donde proviene la primera candidata transexual a diputada en México. En las comunidades zapotecas del Istmo, el travestismo no es rechazado bajo la visión peyorativa de la “vestida” y hasta es considerado como un tercer sexo —llamado muxe—, con espacios de participación social.
“El concepto transgénero sí aplica en lo occidental, pero yo vengo de una cultura —la cultura zapoteca del Istmo— donde nuestra identidad es la comunidad muxe y esa identidad es similar a lo transgénero, pero tiene que ver más con un asunto de identidad cultural; eso lo hace diferente”, precisa Amaranta, quien desde muy joven definió su papel de mujer, a pesar de haber nacido biológicamente masculino y registrado como Jorge Gómez Regalado.
“A los trece años empecé a asumir mi identidad y mi vestimenta de mujer, pero no es un vestido común, sino un vestido tradicional de enagua y huipil que se usa desde las culturas zapotecas, y a la par me fui formando en temas de salud y de lucha contra el sida, porque empezaba la ruralización de la epidemia del VIH. A partir de ahí empecé una formación de liderazgos en temas de diversidad sexual y derechos humanos.”
Con un acentuado matriarcado, en el que Sara García o la doña María Félix se quedarían chiquitas, Juchitán es uno de los poblados con mayor respeto a los derechos de la mujer y al homosexualismo.
“Los registros antropológicos nos permiten ver que antes de la Conquista siempre ha existido la gente de diversidad sexual, el concepto de homosexualidad es nuevo, tan es así que hay nombres propios como el de los muxes por ejemplo. Pero no solamente en México ni en Juchitán nada más, los pueblos Cunas de Panamá, los Bora Bora, por ejemplo, en la Polinesia francesa, hay identidades similares a la comunidad muxe. Por supuesto una vez que se da la Conquista y durante quinientos años, la idea judeocristiana evitó reconocer y hablar del tema.
“Eso era malo, era pecaminoso, porque no entraba en el modelo occidental, pero en las culturas indígenas ya tenían identidades diversas dentro de sus propias comunidades. Una herramienta comunitaria es el apoyo mutuo dentro y la solidaridad no solamente en términos de la vida cotidiana. En Juchitán podemos llegar a ver mujeres, hombres muxes, mujeres lesbianas”.
Zapotequización política y sexual
La candidata a diputada por segunda vez habla de zapotequizar estas nuevas realidades: tratar a todas las personas por igual con toda la diferencia sexual que exista. El modelo para tratar la homosexualidad tiene que ver con el psicólogo y esto no existe en Juchitán, puntualiza la activista. La identificación de la identidad muxe en Juchitán pasa por un proceso comunitario.
“Entonces el proceso no se vive de la angustia, por eso en el seno familiar uno finalmente zapotequiza estas identidades y las hace propias, a pesar de estos embates o modelos occidentales que nos llegan”. Aunque habría que decir que en la mayoría de las sociedades indígenas predominó ancestralmente el prejuicio contra los homosexuales, al grado de quemarlos en leña verde (a los mayates por ejemplo).
En ese sentido, el Istmo zapoteco es muy open mind, porque permite incluso que algunos hombres mantengan encuentros sexuales con los muxes, para afirmar su heterosexualidad.
Muxe, transexual, gay, travesti, podría sonar a la jaula de las locas desde los paradigmas occidentales, pero más allá de la transformación del género, Amaranta Gómez se define como mujer en forma y fondo; es una pragmática convencida del activismo cultural y político.
“No solamente en el terreno de Oaxaca o en el país, sino en el ámbito internacional, sobre todo con los temas que tienen que ver con los pueblos indígenas, la diversidad sexual, los derechos sexuales y reproductivos, con los derechos humanos. Incluso vengo de una reunión en Centroamérica, del combate contra la violencia hacia las mujeres particularmente indígenas.”
Toda una agenda construida con los liderazgos de América Latina y del mundo con la que Amaranta no pretende erigirse en la Rigoberta Menchú zapoteca, ni el Harvey Milk de los Chuchos, aunque su trabajo provenga desde las comunidades indígenas, como su proyecto de salud, dirigido a los muxes y auspiciado por la Fundación MacArthur. Su postulación como candidata a diputada federal parte precisamente de su discurso muxe-indigenista, y de diversidad sexual, aunado a una vulnerabilidad más: la pérdida del brazo izquierdo que tuvo que ser amputado.
“Esa vulnerabilidad me hace ser una mujer sexopolíticamente pertinente, es decir que más allá de la orientación sexual, más allá de una discapacidad, más allá de un origen étnico, lo que me interesa mucho es proponer modelos que puedan cambiar la forma de pensar de mucha gente.”
Un logro que antecede a su actual postulación es que el consejo general del IFE, en su momento, aprobó reconocerla como candidata; es decir, aprobó por unanimidad el reconocimiento a la identidad sexogenérica en este país. El cuerpo no precisamente del delito, sino el cuerpo legal actual alude al derecho de identidad de género, en México.
“Los grandes vacíos que no hemos podido entrarle como país es a poder crear instituciones, crear condiciones legislativas, modificar reglamentos, crear ambientes políticamente favorables para el combate a los fundamentalismos de este país, traducidos al combate al estigma y a la discriminación.”
Desde su candidatura plurinominal, representando a la diversidad sexual, lanza un señalamiento crítico al partido que la postula. “Están en procesos enmarañados internamente ahora mismo, pero creo que el gran reto es que el PRD no se pierda y no pierda de vista y quiera mandar este tema —como tradicionalmente se ha hecho— dejarlo a lo último, y que la diversidad sexual siga esperando en este país”.
Amaranta adelanta el hecho de que el Estado no ha metido en la dinámica de mercado a la diversidad sexual. Valdría la pena exigirle al Estado adecuar los indicadores, para saber cuánto aportamos al PIB y, de ese total, cuánto el Estado estaría dispuesto a regresarnos en educación, salud, trabajo, anticipa.
“El hecho de regresarnos en términos tangibles beneficios empezaría a romper esa línea fundamentalista de discriminación y de estigma, y estaríamos reivindicando el primer articulo constitucional de igualdad. Eso no existe, y sería una de las grandes cosas que estaríamos haciendo en la próxima legislatura”.
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