La turba de gente se llenó en la calle, mientras el ambiente árido y con poca vegetación era consumido por el sol matutino. Unos hombres gritaban a todo plumón, mientras otro grupo decían que se apartasen.
—Fuera, muévanse, huevones. Este hombre esta herido —gritaba un hombre que sostenía al herido, mientras otros le ayudaban. El hombre que apartaba a gritos, empujó a unos cuantos más.
La gente que estaba por otro lado, comenzó a unirse a la turba. Llevaban al herido con las voces de la gente gritando por todo el lugar. Cuando revelaron el cuerpo magullado y lastimado del hombre a demás personas, algunas mujeres gritaron en el llanto. Aquel lastimero sentimiento se fue apagándose hasta mudarse en un gemido enardecido.
—Malditos de mierda —gritaba una mujer con el rostro lleno de furia—.
El hombre fue llevado a una casa cercana, donde aún, muchos jóvenes y niños se quedaron mirando, colgándose de algún poste de luz. La casa de una señora se convirtió en una clase de clínica, irreconocible, mientras unas mujeres histéricas mandaban a algunos niños a un hospital cercano.
—Niños, niños —llamaba una señora. Los niños mirándose en sí, entraron a la abarrotada casa, empujando a unos cuantos hombres—. Vengan, vengan… —cuando los niños llegaron ante ella, un de ellos se quedo traumado al ver al hombre muy lastimado, con un horrible herida que surcaba todo el ancho de su pecho—. Vayan al hospital más cerquita… por aquí, no más… Vayan, vaya… No se queden parados…
Los niños salieron de la casa abarrotada. Algunas cosas de la casa se estremecieron cuando más gente entraba a ver al herido. Salieron la irreconocible calle, llena de gente con diferentes armas cosas en sus manos, pero lo que más abundaba eran los fusiles AKM.
—Esto me asusta… —dijo un chico moreno de 7 años, con las manos temblando y con el andar apresurado, tratando de alejarse del lugar.
— ¿Cómo que te asusta? —respondió el mayor, bruscamente—. Sólo estamos defendiendo nuestras tierras… ¿Crees que esta bien que tomen nuestras tierras así no más?
— ¿Por eso están peleando todos?
— No sé… pero estamos luchando para defender nuestras tierras
Se escucharon unos disparos. Aquello les dio un tremendo susto a los niños. Voltearon a ver, mientras el menor de ellos se aferraba a su hermano.
— ¡No dejen que avance! ¡No dejen que avancen!
En el centro de la pista un camión de bomberos trataba de pasar, mientras un grupo de personas lo impedía, golpeando con unas lanzas la ventana parabrisas. El camión trató de moverse entre toda esa multitud, pero solo recibió empujones enfurecidos.
—Conch… ¡Dejen de hacer eso!
Salió un bombero por la ventanilla y dio grandes gritos enfurecidos a la turba. Pero como el resultado era como el típico fuego contra fuego, el lío aumento en grados desesperantes. La gente embistió el carro de bomberos, picaron con sus lanzas el capó y espetaban obscenidades.
—Bájense… Bájense —gritaba algunos con voces furiosas.
— ¡Que no pasen!
Un hombre golpeó con violencia el parabrisas hasta causar que se forme una araña de grietas sobre ella. Los bomberos dentro trataron de salir del camión, pero eran recibidos con algunos gritos más furiosos.
— ¡Salgan…! ¡Con esto van a salir! – Dijo un joven mayor, que venía corriendo, mientras alzó sobre su cabeza una botella de molotov encendida. La línea de humo que dejó en el aire, impregnó la respiración colectiva.
La calle se despejó, cuando la letal botella de molotov venia lista como una bomba muy peligrosa. La muchedumbre miró con expresión furiosa y ansiosa, los bomberos trataron de salir de ella y la botella de molotov iniciaba su vuelo parabólico hacia su blanco, dando giros rápidos, profiriendo el ruido sordo del líquido dentro de ella, mientras la línea de humo dibujaba una espiral densa y ácida.
Silencio general en milésima de segundos… Último giro de la botella… Ojos ansiosos…
… La botella reventó sobre el capo del camión de bomberos. Una repentina flama de fuego se propagó por todo la ventana de parabrisas. Los bomberos salieron del camión, dando un gran salto donde cayeron de bruces en el asfalto caliente.
Como una gran tea, el camión de bomberos comenzó a consumirse.
Los niños trataron de no seguir a todo el tumulto enfurecido. El menor de los hermanos ahora se mostraba muy curioso ante eso, porque repentinamente el miedo fue reemplazado por una clase de aventura totalmente peligrosa.
Con una mente muy contagiada por el peligro que estaba encima, el menor de los hermanos puso en marcha un plancito.
—Vámonos… —dijo el mayor del grupo, algo aterrado y sorprendido.
Y el menor de ellos dijo:
—José, me voy a quedar en la casa…
— Vamos. Por esta parte de la ciudad es peligrosa… Ya viste que le pasó al transporte de los mangueros.
—No es eso… Tengo que ir al baño —fingió Manuelito. Puso carita de contrariado, con los labios presionados entre sí.
—Deja a tu hermano, vamos, nosotros…
—Iremos a La Peca…
A Manuelito no le importaba La Peca. Quería ver que pasaba por La Curva del Diablo… Por qué la gente se peleaba tanto…
—Solo quiero quedarme en la casa…
—Eres chivo, así… —dijo el amigo de José.
Manuelito se quedó cabizbajo.
—Deja de hablar cojudeces… Vamos, al hospital… Ese hombre debe estar quedándose frío… Vamos… Tú, Manuel, vete a la casa y no salgas…
Manuelito hizo el ademán de regresar a la casa. Se escondió tras un pequeño arbolito, mientras su hermano y su estúpido amigo de mierda desaparecían tras una curva hacia la derecha.
Miró hacia el otro lado de la pista. Estaba despejada. La mayoría de las personas se había dirigido para enfrentarse a la Policía por La Curva del Diablo. La calle estaba casi totalmente desierta.
Tomo la iniciativa. Cruzó la silenciosa pista, mientras al llegar al otro lado, se metió por unas plantas y se integró a un calvo bosque de árboles bajitos. Subió por una cuesta, y caminó muy agachado por todo el camino.
Se escuchaba gritos, sonidos raros, disparos y algo como el ruido de una enorme mezcladora. Escabulló entre los arbustos secos y se escondió. Esperando que esos infernales ruidos cesaran por un ratito. Con siete años, la adrenalina fluyó por sus venas, impulsándolo a cometer cualquier acción arriesgada.
Siguió caminando cabizbajo, procurando no llamar la atención repentinamente como animal perdido y repentinamente extrañado. Tropezándose con un roca que le dejo una raspadura en la rodilla, caminó muchos más allá, hasta estar frente a un claro desértico. De repente, comenzó a escocerle los ojos de manera muy abrupta.
Algo contundente impactó sobre la arena agreste, levantando una pequeña nube de arena. Después apareció más de esas nubes de arena, producido por un ruido silbante y muy rápido.
— ¿Qué es eso?
El sonido era tan fuerte, que pensó que algo iba a caer sobre él. Se agachó y acurrucó bajo los matorrales. Luego comenzó a sentir un fuerte viento que movía todas las plantas, alzaba grandes nubes de arena que amenazaban en entrar en los ojos de Manuel. Levantó la cabeza y se encontró con un impresionante helicóptero, repleto de policías, listo para combatir. El intenso aire que causaba las hélices del helicóptero, provocaba que los calvos arbustos donde se escondía Manuel comenzaran a desplomarse.
El helicóptero descendió, perdiéndose de vista cuesta abajo, hacia La Curva del Diablo. Procurando no llamar la atención, Manuel se acercó a otro arbusto. Con ansias arriesgadas, se abalanzó lentamente. Caminó muy agachado, pisando ramitas caídas, hasta que sintió que sus pies se resbalaron contra algo y cayó tras un bejuco. Aquí era donde los ojos le escocieron terriblemente.
Se levantó adolorido, porque en la misma reciente herida sintió un roce horroroso. Dio unos grititos, pero estaba seguro que a esos dos grandes grupos no le interesaba si era un animal llorando.
— ¡Disparen…!
Y era cuando descubrí que era lo que levantaba en pequeñas nubes de arena. Eran miles de balas que estaban dispuestas a impactar en cualquiera. Sucumbieron el lugar con miles de balazos ametrallados, contundentes, letales, llenos de maldad exquisita.
Por un lado recóndito, se escondían periodistas; algunos con sus compañeros camarógrafos. Manuel pudo observa a mucha gente en el lugar, con lanzas y fusiles AKM, disparando.
Cuando se encontró con una pelea, muy cerca, de repente un papel se atajo en el bejuco que estaba escondido. Por el espacio que veía, saco su brazo y tomó el papel
En ella decía que La Ley de Flora y Fauna Silvestre sería aprovechada de una manera estable.
¿Acaso por eso peleaban?
De repente, comenzó otra lluvia de muerte cargado de balas. Algunos impactaron muy cerca de aquí, pero jamás llegaban tan cerca.
Dejó mirar esa escena espantosa y volvió a ese misterioso papel. No entendía que es lo que decía, pero estaba lleno de dígitos muy raros, palabras como ‘artículo’, ‘capítulo’. Se quedo mirándolo, averiguando qué era lo extraño que era lo que tenía ese papel.
Había algo que le perturbaba. Era un enorme diálogo entre personas que si comprendían esto, pero le perturbaba las palabras tan difíciles.
—Así actúa el extremismo en el Perú…
— ¿Qué significa extremismo? —se preguntó Manuel en su cabeza, mientras los gritos de la masacre venía desde La Curva del Diablo con bastante notoriedad.
—No deberíamos permitir esto… El Perú debe progresar… Usaremos las tierras de nuestra Amazonía para un uso agrario…
De repente vino a su cabeza la voz de su hermano José.
— Sólo estamos defendiendo nuestras tierras… ¿Crees que esta bien que tomen nuestras tierras así no más?
En el papel decía:
—Solamente tratamos de buscar un progreso más estable, exportando, vendiendo…
—Instalaremos industrias petrolíferas para extraer el petróleo de la Amazonía… —escuchó la voz de una mujer.
— ¡Esto va más allá de la política! ¡Estamos hablando de vender hectáreas de nuestra Amazonía! ¡Estamos hablando de árboles! ¡Nuestras propias riquezas! —le vino a la cabeza la voz de uno de sus vecinos, dirigente, mientras opinaba sobre los nuevos decretos legislativos—. ¿Y con que quedamos nosotros mientras vendemos? ¿Dinero? ¿Nuestras riquezas vendidas que ahora tendremos que comprar de ellas para beneficiar nuestras necesidades? El Perú está muy mal en esto… ¡¡Tanto nos cuesta explotar nuestras propias riquezas!!
—Nuestras riquezas —pensó Manuel. Tenía la mente tan concentrada y conectada, que apenas se dio cuenta que una bala cayó a pocos metros de él.
—Estamos tan cerca de ella… Podemos buscar nuestra propia manera para tener un ecosistema estable, mientras que el Gobierno no piensa más que en una política estúpidamente consumista… A veces pienso que el propio Gobierno nos contagió con lo de traer marcas extranjeras y venderlas aquí…
Aquel pedazo de papel hizo recordarle todas las conversaciones escuchadas de muchas personas, después de que se anunció los nuevos decretos.
— ¿Pero qué significa extremista?
¡BUM!
Se escuchó una enorme explosión. Se sobresaltó mientras la luchas en diferentes puntos de La Curva del Diablo se daba violentamente. Con la mano aún con el papel, gateó por el suelo árido y miró entre los arbustos.
Desde ese punto era horrible presenciar ese acontecimiento. Con ojos desorbitados y escocidos por ese panorama totalmente cruel, donde solo el mal se apoderaba, se escondió otra vez en el bejuco.
De improviso, cuando Manuel quiso alejarse de ahí, unas balas comenzaron a caer perdidas, muy cerca de él. Las nubes silbantes de humo se levantaron, mientras los ojos escocían más. Manuel empezó a aterrarse. Los silbidos de las balas llegaban a muy poco metros. Se agachó y trató de apegarse al suelo árido. Los silbidos se amortiguaban con el suelo y con algún metal que estaba cerca de él. Manuel comenzó a sollozar, mientras las balas no se detenían en caer cerca de él. Sonó un chillido metálico, y una señalética ZONA DE BACHES se desplomó. Tenía todo el gráfico cincelado por el impacto de las múltiples balas y apenas recibía más. Manuel estaba en una clase de lluvia de muerte.
El disparo de las balas se calmó un poco, pero se escuchaban que algunas caían. Se levantó de ese escondite y comenzó a correr hacia el pueblo. Dio grandes traspiés, mientras escuchaba los disparos y una batalla sangrienta a lo lejos. Con el cuerpo paralizado por el terror, se resbaló nuevamente y cayó hacia la pista de la ciudad.
A pesar de ser niño, la comprensión se desbordó a un punto donde la misma realidad se convertía en objeto de la maldad.
Se levantó y se tocó el cuerpo. Se miró todo el cuerpo en busca de alguna raspadura, pero se consternó al no encontrar en su dominio el pedazo de papel que había encontrado. Extrañamente había desaparecido.
— ¡Manuel! ¡Manuel! —le llamaba su hermano.
—…
Manuel se quedo irresoluto. Su hermano apareció en el momento menos adecuado. Cuando estuvo muy cerca, José le agarró de la patilla al niño.
— ¡Mamá me puteo y me dijo a dónde te habías perdido!
—No me digas nada —dijo Manuel con su voz tenue.
— ¡No me ca…! —Se detuvo y entrecerró los ojos en sospecha—. Oe, ¿A dónde te metiste? ¿Por qué tienes ese aspecto como si el chancho te hubiese acompañado en un baño?
—Me caí… Estaba por allá,…
—No seas un mentiroso…¡Oh, conch…! ¡Te fuiste a La Curva del Diablo…!
—No —sacudió la cabeza, muy nervioso.
Su hermano entrecerró tanto los ojos que apenas se vio la esclerótica.
— ¿saes q es extemimio? —susurró tan bajito que José no logro escuchar.
—No hables como chivo…
— ¡¿Sabes que es extremismo?!
AHHHH
Se escuchó un grito. Venía de una casa próxima.
— ¿Qué pasa?
José se mostró muy triste.
— A una niña de cuatro añitos le cayó una bala en el estómago y ahora está mal… La madre esta llorando mucho… Vamos… Tenemos que cuidarnos… Dicen que pondrán en toque de queda…, te mandé a la casa y te encuentro aquí.
José le tomó del brazo y le jaló de regreso a casa. Lo raro es que no se enteró sobre lo que significaba extremismo, hasta que lo hizo por un spot en la televisión, que apenas sucumbió su pensamiento muy infantil. No se trataba de cualquier cosa, ni de quién apoyar, pero aquellas palabras eran iguales a lo que encontró en el papel: Así actúa el extremismo en el Perú…
Fuente: Diario IQT
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