Por Gustavo Gorriti. “Debo decirle a Alan García Pérez que es mejor ser un periodista de escritorio que un presidente de comedor”.
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(Ideelerevista, 12 de junio de 2009) Hoy viernes 12, por la mañana, le preguntaron al presidente Alan García sobre los terribles hechos que llevaron a la muerte de 25 policías en el viernes trágico del 5 de junio. El periodista que hizo la pregunta se refirió, entre otros, a mí y a mi artículo en el Caretas de esta semana.
“Es que por angas o por mangas,” respondió García “los críticos, los comentaristas de escritorio siempre dirán: estuvo mal la cosa”. Es la segunda vez en mi carrera en la que el vínculo con mi escritorio es blandido como un demérito descalificador.
La primera vez fue en 1992, semanas después del golpe de Estado de Fujimori y Montesinos. El ministro del Interior de la dictadura, general EP Juan Briones Dávila se refirió, tonante, “a los críticos de siempre, a los senderólogos que desde la comodidad de sus escritorios fabulan utópicas soluciones y se convierten en compañeros de ruta de la subversión, que maniatan a las fuerzas del orden”.Yo le respondí con un artículo en Caretas, que se tituló “Elogio de la senderología”,en el que terminé refiriéndome a quienes “están en la dictadura o medran de ella, … a quienes solo utilizan la cabeza como percha de una gorra y sus escritorios como descanso de las botas”.Y ahora a Alan García Pérez debo decirle que es mejor ser un periodista de escritorio que un presidente de comedor.
A diferencia de Briones, García Pérez no es de poner las botas sobre el escritorio. Pero a la vez, como primer mandatario de la nación, tiene el deber de mantener un nivel mínimo de coherencia y honestidad intelectual en su discurso. Si convierte ese discurso en una mazamorra de tinterillo, con intentos de descalificación torpes y malévolos, de la crítica cuyo ejercicio él debiera defender, entonces obliga a responderle en forma inequívoca.
“Lo que ellos esperaban” añadió esta mañana, “–y esté seguro que lo esperaban– era una mortandad de 100 nativos y dos policías heridos”. ¿Se refería acaso a sus antiguos perseguidores y hoy aliados fujimoristas?
Porque cualquiera que no haya tenido una reciente concusión encefálica, y que haya razonado mínimamente sobre este tema trágico, sabe que lo que las personas de bien y con un mínimo de inteligencia se han preguntado en estos días ha sido: ¿Cómo fue posible que un operativo de desbloqueo (que, de paso, pudo y debió haberse solucionado sin violencia), que no debió haber causado la muerte de ningún policía y de ningún civil, se haya saldado con la peor pérdida de vidas humanas que ha sufrido la Policía en toda su historia? ¿Y con la pérdida, además, de muchas vidas entre los propios manifestantes?
“¿Quién podía esperar” dijo García, “que hubiera asesinos emboscados, que hubiera gente política [sic] armada?”.
¿Quién? El presidente, la ministra, los jefes policiales, los jefes militares. Porque se supone que todos estos estamentos tienen servicios de inteligencia que los informan.
El presidente tiene al ex SIN y hoy Dirección de Inteligencia, bajo el comando de Danilo Guevara.
La ministra tiene a la Digimin, una de las direcciones de inteligencia con mayor presupuesto y capacidad operativa, que reporta directamente a ésta.
Y el comando de la Policía tiene su propia dirección de inteligencia.
La cobertura de inteligencia de un bloqueo de dos meses a poca distancia de una ciudad es comparativamente fácil. Y de hecho había mucha información, que simplemente no fue utilizada. ¿Por qué? Porque los policías recibieron órdenes imperativas de romper el bloqueo a como diera lugar, y se echó por la borda toda coherencia operativa.
Ahora, la ministra Cabanillas ha adoptado la línea de defensa de Fujimori/Nakazaki. Ella no sabía nada, ni sabe nada, ella no manda, no dirige, no decide. Solo consigue recursos.
Hoy, en Radio Programas, la ministra también me dedicó algunas frases. Dijo que yo había perdido toda objetividad. Uno de los ejemplos que dio fue que yo (nosotros, más bien, en Seguridad Ciudadana de IDL) habíamos afirmado que ella iba a mantener al general Remicio como jefe de la Policía. Y que eso no había sido verdad, porque Remicio ya había pasado al retiro.
Veamos. En una entrevista con Ana Núñez, de La República, el 27 de mayo pasado, Mercedes Cabanillas, dijo que “en ese tema (el cambio de director de la Policía) no hay novedad”, pues –dijo– “de acuerdo a una ley aprobada recientemente, Remicio tiene aún un techo de un año para permanecer en la Policía”.
Y continuó: “Lo que pasa es que se dio una ley que está vigente, que se aprobó a principios de año, a través de la cual se amplía 3 años más la carrera policial… Cabanillas insistió en que, ‘por mandato de la ley’, el general Mauro Remicio tendría un techo de un año más para permanecer al frente de la Policía Nacional”.
Solo después que varios comentaristas (y, hasta donde entiendo, su propia asesoría legal) mostraron lo ilegal de esa medida, Cabanillas reculó a su pesar y efectuó el cambio de comando policial. Ese, todo indica, es su estilo: una permanente campaña de hostilidades contra la verdad. En estas horas trágicas, lo único que parece importarle es sacar el cuerpo de toda responsabilidad.
Y, entre tanto, el presidente García Pérez debería explicar mejor qué tiene en contra de los periodistas o comentaristas de escritorio. ¿Prefiere a los periodistas de alfombra, a los que escriben de rodillas o en cuatro patas? ¿a los que utilizan la franela como procesador de textos?
Para eso ya tiene suficientes funcionarios cercanos a él.
Foto: Caretas
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