lunes, 15 de febrero de 2010

Cambio climático: unidad y coraje para evitar el desastre

Por Kumi Naidoo en Tierramérica

(Tierramérica, 8 de febrero de 2010).- Algo bueno surgió en diciembre en Copenhague: la unidad de la sociedad civil, cosa que no ocurría desde el fin de la Guerra Fría, afirma en esta columna el director ejecutivo de Greenpeace, Kumi Naidoo.

Como nuevo director ejecutivo de Greenpeace a menudo me preguntan qué cambios pienso hacer en la organización y respondo lo mismo que creo aplicable a toda la sociedad civil: Me gustaría que Greenpeace se convierta en más inclusiva que lo que ya es y que podamos unirnos a más fuerzas para trabajos conjuntos.

También que seamos más determinados en nuestra actitud hacia el poder y aún más activos en todo el globo.


Hemos llegado a un momento en la historia en el cual algunas de las más importantes infraestructuras internacionales están hechas pedazos y han contribuido a desencadenar la actual serie de crisis: de alimentos, del petróleo, de la pobreza y por supuesto del cambio climático.

Podemos optar simplemente por remendar las infraestructuras disfuncionales con débiles “acuerdos”, realizar rescates financieros desequilibrados y hacer la vista gorda ante las necesidades de los pobres. Pero este camino, aparentemente favorecido por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y otros líderes mundiales, no sirve para enfrentar las causas que nos condujeron al desastre.

O podemos remodelar nuestro futuro mediante la creación de nuevas infraestructuras que encaminen a nuestra sociedad y al planeta en un curso de sustentabilidad y ecuanimidad. No es ésta la opción fácil, pero yo creo que es la correcta.

En el caso del cambio climático, por ejemplo, la naturaleza exige cambios fundamentales en nuestro modo de vivir. Tenemos que reformar la economía y pasar de un sistema basado en los combustibles fósiles y el consumismo a uno que utilice energías limpias y eficientes y practique la moderación.

El Foro Global Humanitario de Kofi Annan estima que unas 300.000 personas mueren al año por los efectos del cambio climático. La horrible ironía es que la gran mayoría son los pobres del mundo en desarrollo aunque el problema fue causado por los ricos del mundo industrializado.

Un nuevo orden mundial exige que miremos más allá de los propios intereses locales y nacionales y que pensemos globalmente porque, como muchos de los mayores problemas actuales, el cambio climático no conoce fronteras. Desafortunadamente, a los políticos les faltó el coraje para admitir esta verdad en las conversaciones de la ONU sobre el clima efectuadas en Copenhague.

Sin embargo, algo bueno surgió en Copenhague: la unidad de la sociedad civil, cosa que no ocurría desde el fin de la Guerra Fría.

Vimos unidos en el reclamo sobre la cuestión climática al Consejo Mundial de Iglesias y a otros grupos religiosos, a sindicatos y a organizaciones que se ocupan del desarrollo y normalmente no se involucran en asuntos ambientales. Ese fue el objetivo de la campaña Tck Tck Tck (una coalición de organizaciones de la sociedad civil que incluye a Greenpeace, Amnistía Internacional y la Confederación Sindical Internacional, entre otras).

Mientras los gobiernos continúan admitiendo sólo de palabra la urgencia de hallar soluciones para la crisis climática sin asumir ningún compromiso sustancial, la situación será cada vez más grave, aumentará la pobreza, se obstruirá el desarrollo y la solución de los problemas sanitarios, y las comunidades serán cada vez menos capaces de adaptarse al cambio climático.

En Copenhague hemos reclamado colectivamente a Obama, a Angela Merkel, a Nicolas Sarkozy y a otros dirigentes del mundo industrializado que se comprometan a aportar 140.000 millones de dólares anuales para permitir que los países más pobres y vulnerables se adapten a los efectos del cambio climático y puedan contrarrestarlos. Sólo una fracción de esa cifra fue acordada, y sin que el acuerdo sea legalmente vinculante.

Debemos continuar presionando a los gobiernos para que elijan el camino adecuado para evitar la catástrofe. Es cierto, hay tensiones entre las organizaciones no gubernamentales del Norte y del Sur, diferencias de opiniones, pero no podemos permitir que tales desacuerdos interfieran en nuestra lucha, porque es mucho más lo que nos une que lo que nos divide.

Debemos también intensificar la desobediencia civil pacífica, recogiendo así la inspiración de Nelson Mandela, Desmond Tutu, Rosa Parks, Martin Luther King y Mahatma Gandhi.

Según las palabras del historiador y activista Howard Zinn (quien falleció el 27 de enero), es importante que todos participen en las protestas pacíficas para que los líderes mundiales tomen de una vez por todas las medidas para contrarrestar el cambio climático.

Las batallas que tenemos por delante serán duras y necesitaremos coraje. El coraje puede tomar muchas formas, como en el caso de mis cuatro colegas de Greenpeace que llevaron a cabo un acto pacífico de desobediencia civil en Copenhague que les costó 21 días de prisión pese a que aún no han sido escuchados en un tribunal judicial.

Está también el coraje de las familias que cambian su estilo de vida y el de los hombres y mujeres comunes que protestan, asisten a concentraciones y emplean todos los medios no violentos para asegurar que los gobiernos y las industrias hagan los cambios necesarios a fin de que podamos dejar un planeta saludable a nuestros descendientes.

Un mundo mejor es posible y nos corresponde a nosotros, la gente, crearlo.

* Kumi Naidoo, director ejecutivo de Greenpeace. Derechos exclusivos IPS.


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Es una iniciativa colectiva que se basa en las comunicaciones como herramienta para el ejercicio de derechos de los pueblos indígenas.

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