(El Comercio, 17 de febrero de 2009).-La Dirección Regional de Salud (Diresa) de Cusco informó que la tasa de mortalidad materna en esa región se redujo de manera significativa gracias a la utilización de una estrategia intercultural que incrementó la atención de las gestantes en los centros de salud.
“En 1998 se registró una tasa de 453 muertes por cien mil nacidos vivos, ya en el 2007 reducimos a 105 muertes por cien mil nacidos vivos y en el último año la tasa disminuyó a 88 por cien mil nacidos vivos”, precisó el subdirector de la Diresa de Cusco, Pablo Grajeda.
Como esta experiencia resultó exitosa, funcionarios de los ministerios de Salud de Panamá, Bolivia, Colombia y Guatemala llegaron el año pasado a Cusco con el fin de conocer el plan estratégico para enfrentar la mortalidad materna y replicarlo en sus países.
Acompañados por representantes indígenas de diversas regiones, los funcionarios visitaron las casas de espera creadas en las zonas alejadas de la ciudad, fueron testigos de algunos partos verticales y recibieron información sobre el proceso de planeamiento de parto para replicarlo en sus países.
ROMPIENDO BARRERAS
“Las mujeres de las comunidades altoandinas tenían la costumbre de alumbrar en sus casas. Por la falta de limpieza y la carencia de materiales requeridos, ellas y sus hijos casi siempre eran víctimas de infecciones y hemorragias. Pero al crear esta estrategia se notó un cambio positivo”, explicó el médico Luis Gonzales Castilla.
Para la coordinadora de la Estrategia de Salud Sexual y Reproductiva de la Diresa de Cusco, Kety Quispe, lograr que las pobladoras quisieran atenderse por un médico fue un reto que se cumplió con mucho trabajo. “El personal médico observó que los índices de mortalidad en madres se mantenían altos porque la cobertura de los partos era insuficiente, debido a barreras culturales y geográficas”, manifestó.
Como la distancia entre las casas y los puestos de salud podían ser de 48 horas a lomo de bestia, las mujeres no llegaban a recibir atención médica y la idea de parir acostadas las desanimaba aun más.
Por eso en 1998 se acondicionaron siete casas de espera que las acogería días antes de dar a luz y se les daba la opción de elegir la posición en el parto. Al inicio no tuvieron éxito porque las parturientas no estaban dispuestas a tener a sus hijos en lugares fríos y sin su familia cerca.
Dos años más tarde se adecuaron al permitirse que ingresaran acompañadas por su familia. Actualmente, las 144 casas que existen en la región cuentan con cocinas a fogón, en los dormitorios las gestantes visten ropa de cama de colores oscuros y llevan cueros de oveja para sentirse como en casa.
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